Jorge Lanata, una estrella en su limbo


Esta es la carta que escribió el mes pasado "nuestro prócer" (publicada en Perfil del 9 de julio) y, abajito nomás, la respuesta que motivó entre los periodistas del diario de Fontevechia.
Los encontré en el blog "envolviendohuevos.blogspot".


Querido Nelson:
Tengo un problema. Soy, en esta redacción, el único que vio este asunto del lado de Fontevecchia. Quiero decir: sé qué significa sacar un diario contra viento y marea, con casi todo en contra y sólo con los lectores a favor. (Y si quisiera tenerme aún más lástima podría agregar que yo tenía 26 años, y ni un centavo, y ninguna editorial de revistas para apoyarme). Para colmo, durante toda la semana el Presidente y la señora CK se empeñaron en darnos clases de periodismo, de modo que no estamos en un gran día.Cuando Oscar Wilde decía que el hombre destruye lo que ama, creo que se refería a los periodistas. Formo parte de un gremio donde el puterío por metro cuadrado es altísimo, somos vedettes culposas de las plumas y pensamos que el Universo entero está ahí detenido, esperando nuestra palabra. Somos (y sólo en eso K y CK tienen razón) corporativos y tan corruptos como los políticos, y nos encanta protegernos en lo políticamente correcto sin arriesgar nunca nada. También es cierto que las empresas que tratan de conquistar la selva del periodismo son muchas veces impresentables: lobbys con plata negra de la política, o aventureros que utilizan los medios para presionar al poder y conseguir negocios. No cuento ninguna novedad si digo que existen las notas vendidas, los reportajes arreglados, los suplementos especiales con sobre incorporado, y, desde las empresas, la explotación de los estudiantes como mano de obra casi esclava, la violación de los derechos de autor, etcétera, etcétera. Se le agrega al periodismo una frutilla sobre el helado: un convenio increíble, lúcido y maravilloso cuando sos periodista. Pero muy difícil de cumplir cuando intentás llevar adelante una empresa en la vida real. Calma, calma: no estoy proponiendo incumplir el convenio. Pero creo que sería útil que el público conociera algunos de nuestros privilegios (o nuestros derechos adquiridos, si se quiere).Un periodista se convierte en trabajador efectivo al día 28 de su labor. Si al día 29 nuestro colega llega de mal humor y mea el escritorio de su jefe debe cobrar, por ser despedido, el equivalente a 13 salarios más el proporcional de vacaciones y aguinaldo, claro. Más claro: si gana mil pesos y es echado al mes, cobrará unos 14.000. Esta previsión indemnizatoria tiene una lejana razón de ser, en la época en la que se abrían diarios con fines electorales y se cerraban a poco de perderse tal o cual elección. Esta era una manera de proteger la fuente de trabajo. Hoy, este régimen provoca lo siguiente: si alguien quiere sacar un medio debe tener, en previsión de sus eventuales pasivos contingentes, uno o dos millones de dólares para pagar indemnizaciones en el caso de que todo vaya mal, y tenerlos antes de empezar. Preguntarnos por qué, en este país devastado y flexibilizado, se mantuvo el Estatuto del Periodista es obvio: el poder de turno nos tiene miedo, prefiere no pelearse con el gremio. ¿Quiero que lo saquen? De ningún modo, soy periodista, me encanta. Me pregunto sobre su incidencia en la aparición de proyectos nuevos.De todos modos, ningún empresario trucho se amilanó con la ley para despedir a cientos de trabajadores: lo hicieron igual, y estamos llenos de diarios y revistas cerrados que dejaron a mucha gente colgando del pincel. Debo agregar algo en descargo de PERFIL: cuando el primer diario cerró, negoció y pagó millones de dólares en indemnizaciones. Asistí, en estos treinta y dos años de trabajo, al cierre de varios diarios: siempre ganaron los empresarios y muchas veces las mismas comisiones internas se encargaron de darles una mano al extremar más y más sus posiciones. Si empezás un conflicto tomando rehenes, ¿qué te queda para negociar después? La mecánica de convocar asambleas en horarios de trabajo, por ejemplo, sigue siendo una manera de realizar paros virtuales. Eso sin hablar de la hipocresía de quienes lo llevan a cabo: me pasé la vida viendo a tipos que no son capaces de hablar en voz alta en Clarín, pero que en PERFIL o en Página arengaban a los gritos desde arriba de un escritorio emulando a Lenin en la famosa locomotora. En general, he advertido que somos más revolucionarios donde podemos revolucionar, que donde no podemos, y no me gustan los que les ponen el pecho a las balas cuando están seguros de que son de salva.Y ahí estábamos, en los primeros años de Página, tratando de sacar plata de abajo de las baldosas para pagar los sueldos, y con una pérdida mensual de unos ochenta mil dólares de entonces. Con casi nada de publicidad y peleando para sobrevivir. Nunca tuvimos tantas medidas de fuerza como entonces: el Partido Comunista, consciente de nuestras dificultades, decidió que era mucho mejor sacar otro diario para competir en lugar de ayudarnos, y sacó Sur, que duró un año y luego cerró. Papel Prensa negándose a vendernos papel más barato, cuando Clarín y La Nación lo compraban a la mitad del precio de mercado, subsidiados por el Gobierno. Nosotros, a la vez, discutiendo con la interna una cláusula automática de ajuste inflacionario, que finalmente aceptábamos, a costa de nuevas pérdidas. A pesar de eso, salía un diario. Creo que me hice católico en esos tiempos, frente a aquel milagro:---Ah, traje nuevo –me dijo un día un delegado– y después nos dicen que no pueden aumentar los sueldos...A ese grado podía llegar la estupidez en una discusión. Cosas tan distintas discutíamos. Y me olvidaba: agreguemos a Ambito Financiero, Menem, la SIDE, los distintos servicios, las revistas truchas, todos siempre bien dispuestos a informar sobre los conflictos de los “progres” que pagaban malos sueldos. Una vez, en medio de una maniobra extorsiva para “exteriorizar el conflicto”, me harté. ¿Por qué tenía que tener miedo de que la gente se enterara del problema? Contemos todo –dije– y es más: voy a publicar, uno por uno, la lista de salarios de todos. El conflicto se levantó. Los periodistas ganaban bastante más que los lectores, y pensaron que no lograrían su adhesión.---Vamos a terminar hablando de Página/12 en los bares. Diciendo: “Te acordás...”.Fue lo que sucedió. Al octavo año el diario cambió de dueños y yo di vuelta una página en mi carrera.No volví a trabajar en un diario sino hasta ahora. No recuerdo si en el primer o segundo año de Página (87 u 88) publicamos, por primera vez en la historia, una columna de la Comisión Interna explicando los motivos de un paro y convocando a él, y una mía, como director, donde decía que nuestra manera de protestar es informar, instándolos al trabajo. Pasó desde entonces mucha agua bajo el puente pero nunca mas vi, ni aquí ni en el exterior, un debate de este tenor abierto al público. Es saludable que todo esto suceda.La aparición de este conflicto motivó la decisión empresarial de postergar la salida cotidiana de los sábados, como paso obligado hacia el proyecto de salida diaria. Espero que esa suspensión no sea permanente, y el proyecto reencuentre su cauce fuera de la puja sindical. Los trabajadores y la empresa tienen que encontrar la manera de volver a caminar juntos un camino de dos o tres años de crecimiento y billeteras ajustadas. ¿Cuánto va a perder Fontevecchia con esto? ¿Siete millones? Bueno, que pierda ocho... Esa respuesta es la más fácil, la mas cómoda, pero también la más idiota. Dejemos de tropezar, siempre, con la misma piedra.

Jorge Lanata
Capital Federal


Ahí va la respuesta (ah, esta no pudo publicarse en el diario)

Señor Jorge Lanata:
Espero que algún día pueda entrar a este blog y leer lo que a continuación voy a escribir. Yo soy periodista, trabajo en el Diario Perfil y me gustaría responderle a la “carta abierta” que escribió en la publicación del 9 de julio, dado que, al leerla, no sólo me quitó las ganas de almorzar en familia un domingo al mediodía, sino que, por sobre todas las cosas, me dio vergüenza ajena y me pareció indignante e insultante para los colegas que estamos reclamando por un salario justo y mejores condiciones de trabajo.• En primer lugar, me gustaría argumentar en su contra que su texto fue altamente tendencioso (a favor de Fontevecchia, claro está). No sólo por la horrible ilustración que acompañó al texto (un revólver-pluma, por si alguien no tuvo la “suerte” de verlo), sino por sacar de la galera un tema que no está en discusión: el Estatuto del Periodista. Le aclaro, señor Lanata, que el Estatuto no es un privilegio -como usted lo definió-, sino un derecho.• Pero, ya que tiene ganas de hablar del Estatuto del Periodista, podríamos animarnos a ir un poco más allá y trascender el único tema al cual Ud. se abocó: las indemnizaciones (que, le informo, sólo se dan cuando el despido es sin causa, o sea, si yo voy y hago pis arriba de mi jefe me echan y no me tienen que pagar nada). Le propongo, entonces, investigar si esa Ley (porque le repito, no se trata de un privilegio, sino de una Ley sancionada en 1946 por el Poder Ejecutivo Nacional) se cumple dentro de la Editorial o si –como yo creo- es pisoteada día a día. Un ejemplo: mientras la jornada laboral establecida por la ley es de 7 horas 20 minutos (36 horas semanales), en la Editorial trabajamos más de ocho (en mi caso, nueve: de 12 a 21). Por otro lado, en la Editorial existe una gran cantidad de colaboradores que trabajan permanentemente, cumplen horario y aún no han sido efectivizados (en el Estatuto se habla de 24 notas anuales y, le aseguro señor Lanata, que todos estos compañeros las superan ampliamente). Todo esto, sin agregar las horas extras y los francos que no se nos pagan. • Siguiendo con su carta, señor Lanata, quiero informarle que el hecho de realizar Asambleas en horario de trabajo no necesariamente significa un “paro virtual”. Si se hubiese molestado en dar una vuelta por las redacciones de la Editorial, habría notado que TODOS los periodistas cumplimos con nuestra tarea: muchos compañeros salimos a la calle a hacer notas/entrevistas en el transcurso de la Asamblea y las horas que Ud. considera perdidas, nosotros las recuperábamos, aunque fuese una vez cumplido nuestro horario de salida, cumpliendo con las fechas y horarios de todos los cierres. Todas las notas fueron entregadas.• No se equivoque, Lanata. Acá nadie está hablando de revolución. Sólo de un salario digno, un salario que se corresponda al esfuerzo y la inversión de nuestros años de estudio, al trabajo intelectual que nos exigen y a la responsabilidad que debemos afrontar al momento de escribir un texto que leen miles de personas. Deje la revolución para los libros de historia que tanto le gusta escribir.• Ud. escribe que, siendo director de Página/12 y en medio de un conflicto gremial, propuso valientemente publicar el sueldo de los trabajadores y que ellos no quisieron porque, claro, después de todo, no eran tan bajos. Yo le informo que si Fontevecchia quiere publicar en el Diario mi salario, con mucho gusto le alcanzo mi recibo de sueldo. No creo que pueda generar envidia en ningún lector.• Tampoco hay necesidad de endiosar a Jorge Fontevecchia por su gauchada de permitir publicar nuestro petitorio en SU diario, ni de permitir que el “debate”, se haga público. Mientras Ud. y Fontevecchia tuvieron cuatro páginas enteras, el petitorio de los trabajadores apenas fue una columnita. • ¿Así que el Diario no saldrá los sábados porque los trabajadores pedimos 200 pesos de aumento como mínimo? ¿Está seguro Señor Lanata? ¿No será que no se vendió ni un ejemplar en aquellos agotadores sábados de experimento?• Por último, Lanata, yo también deseo que todos encontremos “una manera de volver a caminar juntos un camino”. Porque amo mi trabajo. Porque amo el periodismo. Porque realmente deseo que a la Editorial Perfil le vaya bien, porque quiero que el Diario pueda consolidarse en el mercado y salir los sábados, lunes y martes también, si a Ud. le place. Pero…¿billeteras ajustadas? ¿Ud. le puede explicar eso a nuestros hijos? ¿Ud. le puede explicar eso al dueño del departamento que alquilo? ¿Ud. sabe cuánto sale un alquiler? Vamos a hacer cuentas: como mínimo, 500 pesos. Ahora, si la mitad de los redactores del diario (y otros más de la editorial) cobramos 800 pesos…¿me puede explicar cómo hago para comer y viajar en colectivo (sin mencionar la ropa, el teléfono, la luz y todos esos ¿privilegios?) con 300 pesos por mes?

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