Con el retiro espiritual de los Pekerboys la caja se puso más boba que nunca

El malestar me estaba ganando poco a poco, pero no lo supe ver hasta un compañero de trabajo contó que le estaba pasando lo mismo. Dijo que tres días antes de que empezara el mundial ya estaba harto de todos los programas que transmitían desde Alemania, más precisamente desde esa ciudad alemana con nombre de chorizo que empieza con H y donde, por estos días concentran nuestros muchachos, los Pekerboys aunque ahora que han crecido capaz que ya queda fulero decirles así.
Puede parecer raro, porque el Gringo Bordese –eximio basquetbolista de otras décadas- también es un entusiasta futbolero. Como yo que de chico acopiaba hasta el último dato premundialista y lo apuntaba todo en un cuaderno, para matar la ansiedad.
Pero hablando de matar, hay que decir que los que están matando el encanto de este juego, son la horda de desquiciados que por estos días se pasea por las alemanias con sus cámaras y micrófonos.
A todos estos cráneos juntos se les ocurrió que transmitir 8 horas diarias desde allá iba a ser un negocio redondo porque, se sabe, los enfermos por la redonda somos millones. Pero el tiro les salió por la culata porque debe haber pocas cosas más aburridas que reflejar minuto a minuto una concentración futbolística, es al antiespectáculo por antonomasia porque cuando ya nos contaron que Messi es el experto en el Play Station, que Scaloni es el payaso del circo, que Saviola va casi seguro entre los once… no queda mucho más para inventar… o sí?
Bueno sí, Fantino –un carismático y excelente entrevistador que se pone densito cuando encarna al porteño piola- hace salidas a las 4 de la madrugada donde nos quiere conmover contándonos lo frío que está por allá. Su coequiper el concheto Gustavo López ensaya una original salida contándonos en detalle ¡un casamiento alemán! que, advertimos luego, es exactamente lo mismo que un casamiento en la Catedral o en la Sagrados Corazones, sólo que con mucha más plata.
Como si no fuese demasiado bofe junto el DT es Pekerman –el anticarisma personificado- que a diferencia de Bielsa es un buenazo bárbaro y le da notas a todo el mundo. Se ríe, dice que todo está bien, que el grupo estaba bárbaro, que estamos unidos… pero aburre con sólo mirarlo y si encima le ponés audio, te mata.
En esa especie de retiro espiritual premundialista, Pekerman terminó contagiando su estela santulona a los jugadores que andan sedados repartiendo besos y abrazos en cada declaración a los medios.
Si, por Dios, que el Mundial empiece ya y que el fútbol sepulte de una vez esta soporífera espera.

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