Pseudofamosos encerrados, libros abiertos

El relojito del microondas marca las 4.17 del lunes. Bah, sólo dice 4.17, lo otro es pura inferencia porque a esta hora –insomnio de por medio- la sensación es que sigue siendo domingo. Escribir en este momento del día o de la noche puede ser arriesgado porque es cuando suelen brotar esas ideas insuperables que, a la hora del primer meo de la mañana, sabemos son pura bazofia.Protegido por ese autoengaño tecleo y mientras tecleo rastreo las causas del maldormir. Ya no puedo seguir culpando a Mia. La beba cumplió mes y medio y los baches de llanto en plena noche están empezando a espaciarse. Toda la culpa esta vez la tuvo la mezcolanza catódica. Un rato antes de la medianoche clavé el control en Telefé. Según la grilla de horarios en cuestión de minutos arrancaba Ver para leer, el programa de literatura de Juan Sasturain que empezó hace un par de semanas. Pero en la tele, ahora y siempre… (¡pero sobre todo ahora!) todo vale así que no me tendría que haber extrañado el cambiazo. En lugar del director de la Fierro, lo que inundó la pantalla hasta un buen rato después de la medianoche eran los ojos de Rial. Cómo me impresionan esos ojos. Si tuviera que describirlos el adjetivo apropiado sería bobo, pero no, Rial no es ningún estúpido, es un vivísimo que nos viene vendiendo humo a precio de bicoca. ¿O los millones de minutos que le regalamos los argentinos tienen precio? Uy, puse argentinos… me da cosita. Por ahí se lee como una defensa patriótica del televidente medio… ¡qué espanto! Cada uno es grandecito como para invertir o gastar sus minutos como quiera. Así que obviemos lo que dije de los argentinos y hagámosla simple. Decía que a esa hora nos prometieron Sasturain y nos dieron Rial. Pero no cualquiera sino un Rial recargado porque justo esta noche, y cuando todavía está fresco el cadáver de los mamotretos que perdieron la final de Gran Hermano, empezaba otro Gran Hermano, el de los famosos (¿?).La lógica del gerente de programación de Telefé es rebuscada por no decir kamikaze. Cuesta imaginar que la horda de Granhermaníacos se prenda con el primer programa sobre literatura de la TV abierta. Pero ese Villarruel es realmente talentoso. No tendrá perdón de Dios, pero mientras no se demuestre que Dios existe y que se moleste en perdonarnos, el tipo tiene crédito de sobra para gozar sin culpas de las mieles del éxito. Sólo a él se le puede ocurrir el pastiche de poner VPL después de GH.No sé cuanto midió Ver para Leer a las 12.40 (que fue la hora que más o menos largó), y a quién carajo –además de Villaruel y los anunciantes, claro- puede importarle, pero seguro que algunos de los que asistían a la gala inaugural de esos pseudofamosos siguieron en Telefé aunque más no sea por inercia.Si fue así, bien por Sasturain porque así habrá ciclo para rato. Su odisea televisiva dura media horita pero en ese rato el tipo de las ristras blancas conmueve. El leit motiv de su programa esta vez fue “qué le regalo a mi hija de 16”. Ropa no, dice, porque ya la disfrazaba como quería cuando era chiquita, música tampoco porque no creo que le guste Miles Davis y no quedaría bien que le pregunte qué disco quiere que le regale… un libro, sin duda tiene que ser un libro se convence Juan. Y de entre todos se queda con Nueve Cuentos, de J.D. Salinger. Uno lo escucha hablar con tanto amor de ese libro que dan ganas de salir corriendo a leerlo y me quedo con las ganas. En mis manos tuve una edición vieja que un lector voraz me prestó antes de ir de vacaciones al Valle de Punilla, pero las curvas de las altas cumbres me atontaron tanto que el librito quedó olvidado en la butaca del colectivo y nunca más lo recuperé. Sasturain habla con su colega Birmajer –el Woody Allen de las pampas, según una crítica literaria norteamericana- y el escritor joven le confiesa al veterano que esos Nueve Cuentos cambiaron para siempre su visión de la literatura. Se lo dice agradecido porque fue Sasturain quien le puso ese libro en las manos, cuando Birmajer era un apellido más de la guía telefónica.Con cuántos más habrá repetido el gesto esta noche. Cuántos de los que buscaron ver a Vadalá y al Roña Castro en la casa de Gran Hermano habrán comprado el libro de Salinger al día siguiente. Quién sabe. Por ahí fueron muchos más de los que me deja imaginar el prejuicio.Como sea, vale la pena hacerle el aguante al bueno de Sasturain las medianoches de domingo, aunque para eso tengamos que tragarnos el sapo de los pseudofamosos y la mezcolanza termine por quitarnos el sueño.Esa era la idea que no me dejaba descansar… recomendar que vean Ver para Leer. Y ahora los dejo, ya va siendo la hora de la primera orina.

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