La química del amor

-Hey, vos que sos curioso. Quéres saber cómo opera la química del amor.
-¿Lo qué?
-No, no se trata de una científica ninfómana que a punta de bisturí despelleja a sus desprevenidas víctimas. Nada parecido. Se trata de descular cómo funciona la atracción entre hombres y mujeres, (bueno, y todas las otras variables posibles).
Un sesudo artículo de La Nación (http://www.lanacion.com.ar/EdicionImpresa/cienciasalud/nota.asp?nota_id=801838) nos cuenta este domingo que científicos norteamericanos -quiénes si no- "revelan" los secretos que hay detrás de la elección de pareja. Un tal Martie Haselton, de la Universidad de California dice: "los hombres tendemos a desear a aquellas mujeres que sugieran juventud y fertilidad, lo que incluye una ajustada relación cintura-cadera, labios carnosos y rasgos faciales suaves". Menos ampuloso y más directo, el Hugo González, reconocido admirador de las conductas femeninas, holmberino él pero por razones laborales exiliado en Miami, (acá podés respirar un poquito porque se termina la aclaración) decía que el Hugo resumiría el esfuerzo intelectual del yanki con un "nos gustan las minas buenonas de cara, con lindas tetas y lindo culo".
Más revelador aún (mejor dicho, rebelador) resulta la descripción de las preferencias femeninas. Ellas se inclinan "por la belleza masculina viril, de cuerpos firmes, amplios hombros, buena piel y rasgos faciales masculinos", dice la nota. Para ilustrar a la plebe sobre los cánones de belleza, el autor da un ejemplo. El hombre ideal sería George Clooney y la mujer ideal Angelica Jolie.
Toda esta sarta de obviedades para llegar a la revelación mayor: parece que hombres y mujeres nos vemos atraídos por unos genes que ayudan a combatir las enfermedades conocido como "complejo de histocompatibilidad". Una buena manera de localizar el complejo correcto es guiarse por el olor. "La gente parece literalmente elegir a su pareja por el olor" concluye. Extraviado en su propia teoría el tipo empieza a arriesgar hipótesis de lo más estrambóticas, eso sí todo embebido por una buena pátina de academicismo. No sé si logrará convercer a alguno, por lo pronto, el científico le vendió la nota a La Nación y La Nación no dudó en ponerla en su portada y darle chapa de "verdad revelada".

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