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Furioso despertar de una siesta en la mesa de saldos

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Título: Matrices Autora: Pat Cadigan Editorial: Cántaro narrativa  Hay libros de corto alcance, pensados para paseos de cabotaje, sin turbulencias. Se mueven por rutas conocidas, ofrecen catering a bordo y te devuelven al punto de partida indemne, sin un rasguño. Afortunadamente no es ese el caso de “Matrices”, el libro de Pat Cadigan, una escritora norteamericana prácticamente desconocida por estos lados. En el exquisito prólogo de Elvio Gandolfo leemos que el diario inglés The Guardian la ungió como la “reina del ciberpunk”. Dicho así suena verdaderamente impactante, aún sin tener muy en claro qué diablos es eso del ciberpunk.  Gandolfo sale en nuestra ayuda y nos explica que es una vertiente de la ciencia ficción, un movimiento breve pero que llegó a expandirse al cine, a los videojuegos y al rock. BladeRunner, Matrix o Minority Report se enmarcan en esa línea.  “Matrices” es una ristra de 13 cuentos que, en sí mismos, sirven como un paneo de la obra de Cadigan, una autora

Diez crónicas de 2008

Aquí van un puñado de notas que fueron publicadas en el diario, los invito a recorrerlas.

1.- El refugio de Maruchi, la prófuga más buscada del país

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“Los monstruos existen pero son demasiado poco numerosos para ser verdaderamente peligrosos; los que son verdaderamente peligrosos son los hombres comunes”. (Si questo è un huomo, Primo Levi) Venado Tuerto (Enviados especiales).- El camino más corto conduce al retrato de un monstruo. El aberrante crimen ocurrido hace 6 años en un pueblito bonaerense llamado Treinta de Agosto ayuda y mucho a forjarnos la imagen de una mujer sádica, fría y calculadora; un ser fuera de lo común. Sin embargo, el rastro que dejó en esta ciudad santafecina la “paseadora de perros” no da la talla con lo sobrenatural ni con lo excepcional. Por aquí, durante más de dos años, vivió un chica que se amoldó al ritmo de vida de la comunidad, que trabajó en una carnicería, en un supermercado y en una veterinaria antes de encontrar la veta económica del paseo de mascotas. Si por algo sobresalía María Magdalena Córdoba, era justamente por sus rondas callejeras detrás de una jauría. Todos, absolutamente todos en

2.- La sonrisa congelada

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Pa­ra el ima­gi­na­rio de to­da una ciu­dad, Ale Flo­res es el pi­be de la son­ri­sa la­dea­da, he­cha de dien­tes de le­che. Esa son­ri­sa con­ge­la­da a eter­ni­dad en una fo­to que lo mues­tra ato­rran­te, ca­lle­je­ro, ami­go del ba­rro. Una ima­gen mul­ti­pli­ca­da has­ta el can­san­cio en los pa­re­do­nes y las es­qui­nas de una ciu­dad que no acer­ta­ba a dar con su es­con­di­te, una ima­gen re­pe­ti­da en las cró­ni­cas pe­rio­dís­ti­cas que ca­da 16 de mar­zo re­fle­ja­ban la im­po­ten­cia de Ro­sa y de Víc­tor, los pa­dres ado­les­cen­tes de ayer, los ros­tros tra­ji­na­dos y es­tra­ga­dos de hoy. Al­gún di­bu­jan­te con tra­zo po­li­cial se es­me­ró en in­ven­tar­le un ros­tro nue­vo, ado­les­cen­te, que ayu­de a sos­te­ner la bús­que­da, a ima­gi­nar que to­da­vía era po­si­ble su apa­ri­ción con vi­da. “Así se­ría Ale­jan­dro hoy”, pa­re­cía de­cir­nos el es­for­za­do iden­tikit. En el bo­ce­to apa­re­cían unas oje­ras pro­mi­nen­tes y, no era un de­ta­lle me­nor, fal­

3.- El hijo de la reja (Una vida entre coreccionales y cárceles)

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De la reja para adentro, inspira respeto. Su prontuario delata que fue un hombre de armas llevar, que participó de motines y fugas. Que desde los 12 y hasta los 18 estuvo en un correccional para menores de máxima seguridad, en su Mendoza natal, y el resto del tiempo hasta hoy lo dilapidó entre las cárceles de esa ciudad y de Río Cuarto. No se considera un “pesado-pesado” pero admite que “en la cárcel estoy bien visto, sé hacerme respetar”. De la reja hacia fuera, la ecuación se invierte y Alejandro Vega González, 35 años, ojos negros siempre al borde de la lágrima, es apenas un desocupado. Un hombre en su madurez que disfrutó breves lapsos de libertad y que cada vez que golpea la puerta de un empleo se topa con la mochila de su pasado. Tan escasos fueron esos momentos de libertad que, durante la larga confesión con el cronista, Vega González dirá “nosotros” para referirse a los presos, y “ellos” para señalar a los guardiacárceles. Aún no puede desembarazarse de la cocaína y el alc

4.- La ciudad bizarra que no se ve en los folletos turísticos

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Esa videoteca mundial que es YouTube no podía relegar a los riocuartenses al pasivo rol de espectador. Si bien hoy se cuentan de a cientos los que son capaces de pasarse horas buceando en el riquísimo material almacenado ahí, otros no se conforman con la búsqueda y deciden pasar del otro lado del mostrador. El material videográfico made in Río Cuarto que fue incorporándose al sitio de Internet creado en febrero de 2005 por los jóvenes estadounidenses, Chad Hurley y Steve Chen, hoy incluye al menos 1.430 producciones. Eso si se cuentan aquellos videos que pueden ser encontrados cuando se ingresa la palabra “Río Cuarto” al buscador de YouTube, pero la cifra crece si a esos se suman los que fueron subidos a la red sin colocar el lugar de procedencia en la escueta información que acompaña cada video. La palabra “producción” acaso suene pretenciosa para definir algunos de los momentos que suelen inmortalizarse en el sitio, pero ya sean naif o zarpados, creativos o abúlicos, transgresi

5.- Los obreros de la pelota

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Una y media de la tarde. Hora inusual para el partido. La platea está sentada en los bancos de espera de la Terminal de Omnibus, entre el colectivo que sale para Santa Rosa de La Pampa y el que calienta motores rumbo a Córdoba. En una de las plataformas, Ezequiel Bardín es exigido a fondo: le tiran alto a la derecha y ataja, lo prueban abajo casi al ras y responde, lo mismo cuando el tiro sale por sorpresa a media altura. La escena transcurre entre los flashes del fotógrafo de PUNTAL. Algunos empiezan a mirar con curiosidad al muchacho de chaleco gris que abaraja las encomiendas al vuelo antes de colocarlas en la bodega del colectivo. Le ven cara conocida, por ahí hasta lo aplaudieron en su versión dominical, cuando el flaco de las encomiendas se calza el buzo y, se transforma en el arquero titular de Atenas. Bardín, a los 23 años, acaba de protagonizar una de sus mejores temporadas como futbolista. A fuerza de reflejos y serenidad bajo los palos, fue uno de los puntos más altos e

6.- ¡No va más! (confesiones de un adicto a las tragamonedas)

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Raúl se va. Una hora y media después de su catarsis, se va y lo que queda es un puñado de palabras desesperadas. Acaso un intento por desembarazarse de un vicio que amenaza destruir los últimos jirones del exitoso comerciante de 58 años, del orgulloso padre de familia, del hombre que supo enamorar a una elegante mujer, Diana (*) con la que tuvo dos hijas. Esta mañana Raúl recordó un consejo de Jugadores Anónimos y se puso a escribir. Garabateó, en medio de la depresión todos los daños que le ocasionó a su familia por culpa de su adicción a las tragamonedas y se asustó. Calcula que en sus 30 años de jugador perdió más de un millón de pesos, puso en jaque su vida, y arrastró hacia el precipicio a los que más quiere. ¡No va más! Como en la ruleta, con la voz ronca por el tabaco, Raúl avisa que no va más. Que no hay margen para que un pleno o tres manzanas en línea lo salven. Tocó fondo, quiere decirlo. Llegó acompañado de su esposa. “Quiero que ella también escuche”, dijo y soltó u

7.- Viaje al nuevo imperio ranquel

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En los dominios de los Rodríguez Saa, el asfalto es una exageración. Llega a los lugares más insospechados. Incluso hasta estas dunas tapizadas de arena, al sur de Villa Mercedes. La cinta azulada se pierde y reaparece entre las lomas por la ruta 27, un camino alternativo donde los coches son una rareza. En ese desierto, dice Luis Garro, había un bosque de caldenes que, con los años, se hicieron humo, para alimentar a la locomotora y sus ínfulas de progreso. Hoy, estas tierras ariscas cambian de forma al antojo del viento y sólo son aptas para la ganadería, salvo que alguien esté interesado en sembrar para que a la mañana siguiente el cultivo aparezca en el lote del vecino. Garro, del Centro de Estudios Ranquelinos, nos da la lata para hacer más llevadera la ruta monótona que parece llevar a ninguna parte. Jura que vamos bien y que en unas cuántos kilómetros toparemos con tierra ranquel. Son 140 kilómetros desde Mercedes, osea, 260 desde Río Cuarto. “A 260 kilómetros de Río Cua

8.- El rescate de los orígenes en la tierra de la desmemoria

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En las ramas más altas del árbol genealógico de Carlos Alberto reposa, oculta, una abuela cautiva al lado de un ranquel bravucón que asolaba en malón los parajes poblados, con la remota esperanza de detener el inexorable avance del huinca. Lo que él sabe de oídas y por alguna conversación perdida con sus abuelos, parece denunciarlo a gritos el tono oscuro de su piel, los surcos profundos de un rostro tallado como para un western americano. Carlos Alberto Escudero, padre de once hijos, peón rural desde siempre y arrojado por el destino en el kilómetro 3 de Villa Mercedes donde se las ingenió como pudo para alimentar a su regimiento, es parte del “Grupo de los 22”. “Los 22” son los descendientes de ranqueles que fueron censados en las ciudades de Mercedes y Justo Daract y que recibirán una de las casas que se están levantando en el campo comunitario de 2.500 hectáreas que el gobierno de San Luis les entregó -como reparación histórica- en agosto del año pasado. Ese acto sin preceden

9.- Los Cisnes les cerrará las puertas del pueblo a dos abusadores

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En Los Cisnes, un cronista de casos policiales se moriría de hambre. El jefe de la comisaría, el sargento primero Miguel Antonio Lucero, en realidad, no es jefe de nadie: su dotación está integrada por él mismo. Tal es la inacción de los delincuentes por aquí que la comisaría es para Lucero su lugar de trabajo y también su hogar. En la parte de atrás de ese edificio vive con su esposa, su hija y sus dos ayudantes Tyson y Layca, el boxer y la manto negro que no se despegan de él ni cuando sale a patrullar. En lugar de ladrar a los extraños o ponerse a la defensiva, los perros se arriman con sus hocicos amistosos, acaso contagiados por tanta serenidad. En los cinco años que lleva a cargo del orden en el pueblo sólo dos episodios interrumpieron la calma de este caserío asentado entre dos bulevares, a 85 kilómetros de Río Cuarto y 25 de La Carlota. En 2003, un concubino atacó a su esposa con trece puñaladas en un ataque de celos. “No la mató… en realidad le dio unos puntazos”, suaviza