En los dominios de los Rodríguez Saa, el asfalto es una exageración. Llega a los lugares más insospechados. Incluso hasta estas dunas tapizadas de arena, al sur de Villa Mercedes.
La cinta azulada se pierde y reaparece entre las lomas por la ruta 27, un camino alternativo donde los coches son una rareza.
En ese desierto, dice Luis Garro, había un bosque de caldenes que, con los años, se hicieron humo, para alimentar a la locomotora y sus ínfulas de progreso. Hoy, estas tierras ariscas cambian de forma al antojo del viento y sólo son aptas para la ganadería, salvo que alguien esté interesado en sembrar para que a la mañana siguiente el cultivo aparezca en el lote del vecino.
Garro, del Centro de Estudios Ranquelinos, nos da la lata para hacer más llevadera la ruta monótona que parece llevar a ninguna parte. Jura que vamos bien y que en unas cuántos kilómetros toparemos con tierra ranquel.
Son 140 kilómetros desde Mercedes, osea, 260 desde Río Cuarto.
“A 260 kilómetros de Río Cua
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