6.- ¡No va más! (confesiones de un adicto a las tragamonedas)


Raúl se va. Una hora y media después de su catarsis, se va y lo que queda es un puñado de palabras desesperadas. Acaso un intento por desembarazarse de un vicio que amenaza destruir los últimos jirones del exitoso comerciante de 58 años, del orgulloso padre de familia, del hombre que supo enamorar a una elegante mujer, Diana (*) con la que tuvo dos hijas.
Esta mañana Raúl recordó un consejo de Jugadores Anónimos y se puso a escribir. Garabateó, en medio de la depresión todos los daños que le ocasionó a su familia por culpa de su adicción a las tragamonedas y se asustó. Calcula que en sus 30 años de jugador perdió más de un millón de pesos, puso en jaque su vida, y arrastró hacia el precipicio a los que más quiere.
¡No va más! Como en la ruleta, con la voz ronca por el tabaco, Raúl avisa que no va más. Que no hay margen para que un pleno o tres manzanas en línea lo salven.
Tocó fondo, quiere decirlo. Llegó acompañado de su esposa. “Quiero que ella también escuche”, dijo y soltó un intenso monólogo.
-Hace 42 o 43 años que juego, desde los 15 o los 16 años. Empecé en el pueblo, juntándome en el bar a jugar al chinchón primero y al póker después, pero nunca tuve una adicción tan fuerte como la que me produjeron las tragamonedas. Esta maquinita te da vuelta la cabeza, realmente te hace mal a la cabeza, deben tener algo. Justamente, esta tarde decíamos con alguien que no puede ser que te atrape de tal manera que no te puedas dominar. No hay forma de dominarse.
Yo en este momento, viste, estoy seco. Me gustaría hablar con un profesional, tener una charla, pero realmente no tengo para pagarle porque le estoy debiendo a medio mundo. Te voy a contar una anécdota. Esta no la sabe mi señora, se va a enterar esta noche: un sábado a la noche, cuando estaba todavía en la plaza, yo perdí todo el dinero. ¿Qué es lo que hice? Me fui a la Abadía, estaba lleno de gente… un calor hacía…y a conocido que veía le pedía cincuenta pesos. Hasta que juntaba 100 o 200 o 300 y volvía a la maquinita.
-¿Qué les decía para que les dieran plata?
-Que me lo prestaran porque… ¡bueno, no sé! El jugador siempre tiene un invento en el momento. Siempre buscás que te crean ¡y la gente te cree! Y resulta que estás mintiendo en forma despiadada, es decir, no tenés piedad a nada. Si tenés que mentirle o un enfermo o, no sé, a un cura lo hacés con tal de juntar el dinero para volver a jugar.
-¿Cuándo empezó con las tragamonedas?
-Apenas llegaron, hará cinco años. Al principio me las rebuscaba para ganar o perder diez a veinte pesos por día. Pero eso fue in crescendo, cada vez era más la apuesta, cada vez quería ganar más… quería salvar mi vida. Tengo un libro de Jugadores Anónimos que dice que cuando ganás soñás con hacer grandes regalos, cenas suntuosas con buen vino, buen champagne. Porque cuando ganás vivís festejando. Una vez, fuimos con ella a un casino de Río Ceballos y yo gané bien. Al día después compramos un montón de chorizos, bondiolas, escabeches… todo lo que había allá en Colonia Caroya. Y si perdés te venís con una cara a tu casa que no les das bola ni a tus hijos.
-¿Le tocó ver a otra gente desesperada dentro del casino?
-Mirá, yo no soy más que nadie, pero he visto sobre todo a las mujeres que van ahí y realmente me dan lástima, las ves apoyadas afuera en la pared, en dos secas se terminan el cigarrillo. Con frío, esperando que pase algo o alguien. Te lo estoy contando yo que estoy terminado de seco.
Se hace una cadena, una trenza de “prestame cinco”, “dame diez”, yo entraba a las 12 y le decía a ella (dice mirando a su mujer) que tenía un problema con el trabajo y llegaba más tarde. Me levantaba de la siesta y me iba ahí hasta las siete de la tarde, y entré a caer en una depresión que me fue arrastrando y arrastrando hasta que llegué a bajar 18 kilos en cinco o seis meses. Entonces, un día se armó el grupo de Jugadores Anónimos y yo fui pero me querían llevar a Córdoba porque tenían miedo de que me suicidara… y te digo la verdad, tuve un intento de suicidio. Me tiré con el auto y me salvé, se rompió todo el auto y yo no me hice nada. Desesperado, una noche salí de ahí y no pensaba en ella, no pensaba en mi suegra, ni en mis hijas, no pensaba en nada… y pastilla y pastilla para dormirme por lo menos esas dos horas o tres cuando llegaba a mi casa, y a la mañana salía a ver a quién cagaba, directamente…
Cuando dejás, estás al salto de cualquier cosa, de buscar cualquier problema para decir, vuelvo a jugar. Era un viernes a la noche y una prima de ella cumplía 50 años, entonces me dice por qué no vamos a Córdoba al cumpleaños, “no” le digo, “mirá si voy a perder de trabajar”: no alcanzó a subirse a la traffic y estaba yo en las maquinitas.
No hacen falta preguntas, Raúl está lanzado y dice:
Te voy a contar por qué volví a jugar. Había un chico de acá que se fue a Miami porque debía mucho dinero y después de 4 o 5 años una noche suena el teléfono en casa y era este muchacho que me había quedando debiendo 1.300 dólares. En esa época eran 1.300 pesos y me avisaba que me los devolvía. ¿Qué es lo que hice con los 1.300 pesos? Me fui, y después de tres años sin jugar, me metí a las maquinitas y seguí yendo. Después viene ese cumpleaños de la prima de ella, pero yo ya estaba con toda esa cosa. Me dice, no vayás a salir que están las chicas, quedate a cenar con mi mamá. Y yo, “sí, sí”... no hice nada de todas las recomendaciones.
Había estado tres años sin jugar, y era el tipo más felíz del mundo. Había hecho un grupo de amigos muy bueno, porque se desarmó el grupo de Jugadores Anónimos y entonces yo me iba al grupo de San Martín de Porres que se llama neuróticos. Lamentablemente lo fui perdiendo porque cuando caí, empezó la manga de nuevo. Osea, vos no te querés sentar con un tipo que te cuenta todos los problemas de juego y termina pidiéndote plata. No hay otra, si yo estoy con vos una hora sentado en La Barraca te voy a terminar diciendo, “loco, no tenés cincuenta mangos”.
Por primera vez interviene su esposa: -Yo me iba a lo de los amigos nuestros a pedirles que no le den, así dijera que era para mí o para las chicas, el día que a mí me falte realmente vengo y te pido yo, pero a él no le des una moneda porque sino después, cómo lo devolvés.
-¿Cómo se manejan con la economía familiar? ¿Quién administra el dinero?
-El tiene una jubilación que directamente la cobro yo -dice Diana-, y tenemos un comercio que lo manejo yo también. Osea que él se maneja con lo que trabaja acá en Río Cuarto y de eso no vemos un peso.
-¿Es decir que sigue jugando?
Diana: -Sí, sigue jugando.
-Yo jugué hasta el viernes… viernes o sábado…
-¿Cuánto tiempo puede pasar sin jugar?
D: -Un año. Las últimas dos veces que dejó, dejó un año y volvió para la misma fecha.
-En febrero, marzo, es la época en que caigo de nuevo siempre. En febrero empecé a ir algunos días, y en marzo seguí y bueno, ahora, ya se extendió.
-¿Son muchos los adictos al juego en Río Cuarto?
-Son muchísimos. Hay maestras, tipos con estudios, de todo. La escapatoria mía era esconder el auto. Iba cambiando la calle donde lo dejaba o dejaba el auto en un lado y me iba en remís. Decía que me iba a tomar café, o del muchacho tal… todo mentiras.
-¿Cambió en algo que las slots se hayan trasladado fuera de la plaza?
-Es lo mismo, un poco más incómodo nomás.
-¿Cuántas horas puede pasarse en las maquinitas hoy?
-El día completo. Lo máximo que he llegado a estar ha sido desde las 12 del mediodía hasta las 4 de la mañana. Ese fue el día en que salí con el auto y me quise suicidar. Y ahí empecé a pedir ayuda, pero no le hacía caso a nadie. Le daba la plata a ella para las vacaciones y después venían las amenazas: “dámela que es mía”.
Vos sos curdás, te tomás dos litros de vino y te vas a dormir y te levantás frescos y a lo mejor estás repiola. Esto destruye. Destruye a ella, a mis hijas, a mi nieta… a mis parientes que ya no me quieren ni invitar a cenar porque saben que cada vez que les hablaba por teléfono era para mangarlos. Tenía un primo con el que salíamos a cenar cuando yo anduve bien, pero yo hoy le hablo por teléfono y le pido diez pesos y me dice que no porque sabe que es para jugar.
Si acá hubiesen puesto un casino normal que abra a las diez y media u once de la noche y cerrara a las 4 de la mañana, como era Embalse, Alta Gracia y todos los casinos que conocemos no hubiera ocurrido esto y yo hubiera podido seguir jugando porque no era compulsivo. Me iba a Embalse una noche, me perdía 500 mangos y después por 15 días no pisaba más Embalse.
Acá la tenía de pechito porque te veía a vos que me conocías y te decía dame cien pesos y vos no me los negabas, hoy nadie me quiere dar nada porque saben que es para jugar, pero el primer tiempo que yo pedía nadie me lo negaba porque trabajaba bien y después se los devolvía. Hoy, al casino lo tenés abierto desde las nueve hasta las 7 de la mañana. Es una locura. Todas esas mujeres que van y se escapan. Recién le venía contando a ella que los otros días me encuetro a una mujer que era de mi pueblo. El marido es un laburador, no gasta un mango. Y le digo, no vas a decir nada que estuve en el casino, y me dice, y vos tampoco. Vos sabés que agarré el vicio y vengo todos los días, ando dando vueltas y lo que trabajo me lo bardeo, me dice. Y ahora quiere vender una sucesión que tiene con los hermanos porque debe querer la guita para jugarla o a lo mejor está debiendo.
-¿Cuánto cree que perdió en el juego?
-Si te digo que me he perdido un millón de pesos durante mi vida, vos me creés.
D: -A Dios gracias, no hemos perdido casa o el auto porque nunca las cosas están a nombre de él. Eso se hizo por precaución. Pero no avanzamos nunca, me entendés.
-No vivimos nunca mal.
D: -No, no vivimos mal, pero…
-Tenemos una linda casa, vivimos acá en el centro, no vivimos en una villa. Dentro de todo vivimos bien porque se cobra una jubilación que a lo mejor si la cobrara yo no comeríamos, te soy honesto, pero vos suponete: yo hace 30 años que tengo mi rebusque, soy un tipo que con jubilación y todo gano de 4 a 5 mil pesos al mes, es mucha guita no cierto. Treinta años a doce meses cuánta guita es. Son 360 meses, ponele a tres mil pesos por mes. Es un millón de pesos, el millón de pesos no está. No se compró nada. Hemos subsistido, en esos 30 años no se avanzó en nada.
-¿Cuánto llegó a jugar en una noche?
-Qué se yo. Un día me fuí con cinco mil dólares a Merlo. Me los perdí. No tenía ni para levantar los cheques, ni nada. Entonces, el gerente de un banco, que era amigo mío me dice traeme tarjetas, todo lo que tengas. Agarró una tijera, rompió todas las tarjetas de créditos que tenía. El tipo realmente se jugó por mí. Dice yo te voy a aguantar esa plata pero vos todos los días me tenés que depositar tanto dinero. Era una preocupación. Yo sabía que antes de darle de comer a mi familia tenía que depositarle todos los días. Estuve como tres o cuatro años para pagarle y siempre sin jugar. Cuando termino de pagarle, además había ahorrado 12.500 pesos para comprarme un Peugeot 504 que valía 15.800 pesos. El gerente me felicita y me dice que por el comportamiento que tuve me daba el dinero que me faltaba.
Me da la guita. Vamos a retirar el auto. Esa noche vamos a llevar a mi viejo al pueblo con el auto nuevo ¡y a la noche siguiente empecé a ir al casino de nuevo!
-¿Y cómo hacen para convivir en familia, en medio de estas recaídas?
-Dentro de todo, la convivencia es buena.
-Debe tener mucha comprensión de parte de su esposa...
D: -Se me está acabando...
-Sí, todo se termina. Ultimamente, no era de lo mejor, pero...
-¿Y cómo hace usted para hacerlo reaccionar a él?
D: -En el último tiempo, honestamente, le dijimos que se fuera, que se vaya de la casa porque mis hijas ya no son chicas. Cuando son chicas, aguantás y tolerás. Está mi mamá que es grande y lo quiere a él como un chico, lo que yo le digo es que no puede hacer sufrir a todos. Incluso mis hijas también me dicen que si lo que el quiere es jugar que se vaya. Y después cuando le agarra la depresión, también te da pena, verlo así solo porque ya no tiene a nadie. Pero ya estoy en la última. Porque es insoportable.
-Ahora, ella te lo puede decir, no soy malo en mi casa. No soy violento.
D: -No, no, para nada...
-Sólo que en un momento se me pone, y dame la plata...
D: -Es un momento en el que se nubla.
-Te perdés, honestamente, te perdés. El que no lo pasó no te lo va a entender jamás. Es una cosa por dentro que no podés estar, tengo que tomar pastillas. También fumo y no tendría que fumar porque hace poco me sacaron un tumor de la vejiga. Pasa que una cosa te lleva a la otra. Eso sí, dejé el alcohol, porque también tomaba cuando jugaba. Era capaz de tomarme una botella de alcohol y vos podés creer que no me hacía nada. Hoy, te pruebo un whisky y estoy dado vuelta.
Esta mañana me levanté a las 6 y media de la mañana y en Jugadores Anónimos me dijeron que era bueno escribir, y me puse a escribir esta mañana temprano, los daños que ocasiono yo y la verdad es que soy un desastre. Yo me doy cuenta de que soy un idiota, no te sentís nada.
-¿Habla de sus problemas con otros jugadores?
-Entre los jugadores todos nos conocemos. Al (...menciona un nombre) esto lo llevó a la muerte, murió hace dos años. Y era uno de los tipos más pícaros y más vivos para jugar. Se destacaba en el bridge. Era superinteligente para jugar.
D: -Sí, pero cómo terminó.
-¡Le estoy contando, como es la historia! (se altera y hace una pausa) Y... terminó completamente destruido por esta maquinita, lo llevó a la muerte. Sin comer, comía un sanguchito por día. Se bardeó toda la guita, murió tirado.
D: -Y lo que pasa es que la señora se hartó y lo dejó.
-Te cuento otra. Una noche salimos juntos de las maquinitas con (... nombra a otro jugador) y estábamos frente a la plaza. Garuaba y justo se ve que ahí a la par se había descompuesto una mujer y cayó la ambulancia y sale el tipo este y me dice: “¡cómo me metería adentro de esa ambulancia, que me lleven, que me internen y no me larguen nunca más!”, se ríe.
-¿Usted pensó lo mismo?
-Yo ya estuve dos días en el psiquiátrico del hospital. No sabés lo que es eso.
D: -Y ahora, hace poco, casi te mando de nuevo.
-No lo pasé mal porque te duermen, pero es deprimente.
D: -Hace dos días se atacó con el juego y cuando pierde se pone mal, y empieza a gritar, que se quiere matar y entonces dije basta. O reacciona o basta porque no da para más.
-¿Qué resultados le dio la agrupación Jugadores Anónimos?
-No, no... el grupo no engrana en Río Cuarto. Van dos. Mirá, yo no sé si es bueno o es malo. Yo creo que la salida uno es un poco el tratamiento médico y la voluntad. Porque yo fuí bastante, y te ayuda un poco pero se habla mucho del juego y cuando vos sos adicto al juego, si te siguen hablando del tema... ¡seguís prendido al juego! Vos suponete que tenés debilidad por el chocolate y yo te digo la Tita es rica, estuvimos en la fábrica de Bariloche y que se yo, para qué vas a ir, a la larga te da más deseo.
-¿Qué lo decidió a venir acá?
-Yo hoy quise poner un término, finalizar con todo esto y vivir en paz, no romperme la cabeza. No quiero más romperme la cabeza. Vos suponete que yo saqué 500 pesos prestados y me cobraron 300 de interés, hoy terminé de pagarlos.
-Se pierde la dimensión del dinero.
D: -Ahí, se pierde la noción, pero si vos le pedís 50 pesos le parece una fortuna.
-No hay peor miserable que el jugador porque querés toda la plata en tu bolsillo para jugar. No querés dar una moneda. Los otros días estábamos en la calle y había una señora tirada, entonces le doy 25 centavos y mi hija me dice “¡papá, dale un peso por lo menos!”. Osea, te duele dar un peso cuando por otro lado te bardeás dos mil mangos.
-Llama la atención que haya llegado a tal grado de adicción y que lo pueda contar con tanta lucidez, como lo hace.
-Es que tenés doble personalidad. Yo mismo me doy cuenta de que tengo doble personalidad. El jugador, y me incluyo, tiene facilidad para engañar a la gente.
-Acaso le ayudaría a salir, tener algún nuevo proyecto.
-Y proyectos tengo muchos, lo que pasa que así como los hago, los deshago. Por ejemplo, las vacaciones.
D: -Siempre íbamos de vacaciones pero cuando empezó con la inmundicia del juego van 4 o 5 años que no tenemos vacaciones. Van dos años que planea las vacaciones y cuando llega el momento...
-No, no si el año pasado fuimos.
D: -Dos años hace que cuando llega la fecha, adios a todo.
-Ah, sí hace dos años. Y quiero salir de ese mundo. Llego y a la cama. O me pongo a chatear...
D: -El lo que no entiende es que es algo desgastante para la familia. De la forma en que lo vimos la última vez, te juro que es desgastante. Yo quiero llegar a ver a mis nietas, tengo proyectos en mi vida y, dirán que soy una mala mujer, pero no me voy a hundir con él.
Mi hija le había dicho Papá, si vos me prometés que no jugás más, vas a egresar conmigo,. Y ahora me dijo que no iba a egresar con él porque no cumplió. No cumple, nos defrauda, nos defrauda y nos defrauda.
-Bueno, pero ahora si cumplo, a lo mejor puedo egresar.
D: -Esas son cosas que van lastimando, Raúl.
-Bueno, entonces tampoco voy a ir a la fiesta.
-¿Cree que su testimonio puede ayudarle a alguien?
-Creo que sí, hay gente desesperada.
-¿Y usted qué va a hacer después de esta catarsis?
-Lo mismo de hoy, no jugar. Mirá, yo cuando dejé de jugar me gustaba la música, me ponía a chatear, leía, miraba televisión. Salía a cenar, ahora no hago nada. Cero, cero, cero. Hoy estaba pensando, porque a veces carburo bien. Y hay un tema de Luis Miguel que se llama El Rey y dice “con dinero o sin dinero, hago siempre lo que quiero” y posiblemente, al ser único hijo de chico me dieron todo y no he tenido un freno y a los 20 años me empecé a manejar solo, porque siempre me las ingenié para vivir de lo mío. Y entonces como no me podían decir nada, eso sea una cosa que hizo eclosión en este momento. No me quejo de la vida que pasé, porque conocí el país, viajé mucho con ella. Tomábamos el avión el viernes y volvíamos el lunes a Buenos Aires. Ibamos a comer a Fechorías o ir a la Recoleta. Pero todos estos años de descontrol los estoy pagando ahora con creces.
Como en la ruleta, Raúl acaba de gritar “¡no va más!”, solo que esta vez no están ni el croupier, ni hay que gire alocada, ni hay manzanas ni peras cayendo en cascada.

(*) Los nombres de los progatonistas de la nota fueron cambiados para preservar sus identidades.

Publicado el 25 de mayo de 2008

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