2.- La sonrisa congelada

Para el imaginario de toda una ciudad, Ale Flores es el pibe de la sonrisa ladeada, hecha de dientes de leche. Esa sonrisa congelada a eternidad en una foto que lo muestra atorrante, callejero, amigo del barro. Una imagen multiplicada hasta el cansancio en los paredones y las esquinas de una ciudad que no acertaba a dar con su escondite, una imagen repetida en las crónicas periodísticas que cada 16 de marzo reflejaban la impotencia de Rosa y de Víctor, los padres adolescentes de ayer, los rostros trajinados y estragados de hoy.
Algún dibujante con trazo policial se esmeró en inventarle un rostro nuevo, adolescente, que ayude a sostener la búsqueda, a imaginar que todavía era posible su aparición con vida. “Así sería Alejandro hoy”, parecía decirnos el esforzado identikit. En el boceto aparecían unas ojeras prominentes y, no era un detalle menor, faltaba esa sonrisa salvaje.
No es fácil precisar cuándo fue que perdimos la esperanza, pero lo cierto es que, salvo sus padres, el resto se resignaba a esperar que tarde o temprano apareciese el sitio donde ocultaron su cuerpo.
En ese hueco cavado por manos manchadas con sangre durmió por años la evidencia de un crimen imperdonable. Los que lo perpetraron, acaso hayan logrado su objetivo de zafar de la cárcel y, como dice un conocido penalista cordobés, hoy tal vez estén protegidos por la coraza de la prescripción. La conciencia, si es que de eso tienen, les recordará a diario que apagaron una vida y que se desembarazaron del cuerpo del delito de la peor manera. “¿Con qué cara estos asesinos mirarán a sus hijos?”, se pregunta Víctor.
Las últimas noticias acaso aporten una bocanada de calma, un soplo de compasión. Sus papás, sus parientes, sus amigos, el chico que jugaba con él la tormentosa tarde en que se lo vio perderse con su aire indómito por la calle Carlos Rodríguez tienen un sitio donde recordarlo.
Es un primer paso, después de tantos años de desidia y de búsquedas infructuosas. Empezamos por conocer el final de la historia. Ya sabemos que no hay identikit que nos ayude a encontrarlo vital y chispeante como lo vimos desde una foto aquel verano de 1991, como lo vemos hoy. Para llegar a conocer el resto de esta vergonzante historia, queda aún un largo camino.
Publicado el 17 de septiembre de 2008
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